Hola Lucía:
Pues parece que finalmente, sí que ganó Biden.
Para muchos de nosotros es, desde luego, una buena noticia. Sobre todo cuando pensamos en amigos y amigas que nos cuentan cómo ha sido la vida, cómo ha sido su vida, con Trump. Una compañera, llena de felicidad, me decía: “dejadme que sea feliz al menos hoy”. Viviendo en Nueva York, sujeta a los estrictos controles migratorios impuestos por Trump cada que volvía de visitar a sus familiares en España, teniendo que sobrepasar un cáncer de mama durante la pandemia, rodeada de negacionistas sin mascarillas que ponían en riesgo su debilitado sistema inmune, mi amiga estaba feliz porque, al menos, Trump había perdido. Es una mujer inteligente, claro está, y no espera mucho de la administración Biden-Harris, pero con que se respeten un poco las formas, me dice, el cambio será mayúsculo.
Otra amiga, cineasta, también en Nueva York, contaba cómo su vecina, una mujer mayor, viuda, con la que comparte el paseo del perro algunas mañanas, se echó a llorar cuando se vieron. ¿Qué será de nosotros? Le decía ¿Qué será de nosotros sin Trump? Y mi amiga, que quiere a esta mujer, tuvo que tragarse la felicidad que sentía para no hacerle daño a la que considera su amiga. ¿Qué hemos hecho mal, se preguntaba, para que alguien pueda tener miedo?
La derrota de Trump ha sido celebrada como el final de esa cosa que, de forma despectiva, se ha llamado populismo. El editorial del otro día de El País es la más evidente, pero las voces dentro de esa cosa sin forma definida, al menos en España, que llamamos liberalismo celebrando el fin de los populismos han sido numerosas. Por el otro lado, voces cercanas a lo que antaño llamamos “nueva política” avisaban: el populismo no ha muerto. Sigue aquí. Lo que ha caído a sido una forma muy concreta, el trumpismo.
Ambos intentan pescar en río revuelto y, al hacerlo, equivocan totalmente su diagnóstico. Ni la democracia liberal ha ganado esta partida, ni el populismo sigue con las mismas fuerzas que siempre. Lo que sí sigue ahí, como muy bien entendía mi amiga, era el miedo.
Cuando antes entendamos que ciertas formas se han acabado, antes podremos empezar a discutir cómo las sustituimos. Qué queremos mantener, qué nos sirve y qué debemos cambiar. Cómo reorganizamos todo. Estamos entretenidos con los fuegos de artificio del fin de fiesta, así que no prestamos atención al camino que queda por recorrer para volver a casa. Y tampoco somos conscientes de que esa casa debe construirse desde los cimientos.
La victoria de Biden debe permitirnos, Lucía, ser felices hoy. Ser felices un rato. Pero no es suficiente para ocultar el miedo que nos rodea.
Juan Ramón Jiménez utilizó como cita introductoria a su Diario de un poeta recién casado una traducción del Saludo del alba, una de cuyas frases dice así: El día de ayer no es sino un sueño y el de mañana es sólo una visión. Pero un hoy bien empleado hace de cada ayer un sueño de felicidad y cada mañana una visión de esperanza. ¡Cuida bien, pues, de este día!
Cuidémoslo. Hasta la semana que viene.
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