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Hola Lucía,
Este jueves 26 de noviembre voy a “estar” –ya sabes, entrecomillas– en La Casa Encendida de Madrid, en un congreso que tal vez te interese y que se llama II Jornada de Comunicación del Cambio Climático: “Comunicar la Crisis Climática en Medio de una Pandemia”. Me han invitado a participar en una mesa redonda junto a gente como Ana Alonso, del Instituto Geológico y Minero de España, Alicia Pérez-Porro, una bióloga marina que trabaja en el Smithsonian, y Sergi González de la Agencia Española de Meteorología. La mesa se llama “Quién es nuestra fuente en esta crisis”, y aquí es donde empieza a resultar un tanto extraño la presencia de alguien como yo, en representación, me dicen, de las ciencias sociales y de las humanidades. Porque la pregunta, me parece, es clara: ¿qué tienen que ofrecer las ciencias sociales y humanas a nuestro conocimiento del cambio climático? ¿De qué pueden ser fuentes?
No soy el único que se hace esta pregunta, creo. De hecho, uno de los debates que hemos tenido, y seguimos teniendo, durante el último año es acerca del papel que pueden desempeñar en la resolución de la crisis colectiva que estamos atravesando. De hecho, ayer mismo leía cómo a Biden le echaban en cara no haber incluido ningún científico social en su gabinete contra la COVID19.
A veces se nos olvida que más allá de los números, más allá de cuántas vacunas podremos comprar, cuándo las tendremos y para cuánta gente. Más allá de los casos acumulados, hay personas, familias, comunidades que sufren, y que no se ven reflejadas en esos intentos por gestionar el riesgo. Esto en el así en el caso de la pandemia pero también, o sobre todo, en el del cambio climático.
Lo que nos duele del COVID, lo que está en riesgo con el cambio climático es nuestra vida en común. Una vida en común, lo estamos viendo, que no es igual a la teníamos antes, porque no puede serlo. Una vida en común que reclama nuevas precauciones, nuevas costumbres, nuevas instituciones, nuevas formas de relacionarnos con el saber. Nuevas formas de emocionarnos y de echar de menos. Este es el reino de las ciencias sociales y el de las humanidades. Es aquí donde pueden colaborar, investigando, por ejemplo, como pretendemos hacer aquí en Murcia, Valencia y Rio de Janeiro, por qué cuando estamos juntos, ayudándonos los unos a los otros, nos parece que estamos mejor.
Lo que ocurre cuando no tenemos en cuenta a las humanidades o a las ciencias sociales es que nos dejamos fuera la mitad del problema y, por tanto, nunca estará resuelto. Y ocurre, además, que es la mitad más importante. La que nos ayuda a entender, porque alguien igual nos lo explicó en una clase de ética en el instituto, que no debemos escoger entre economía y vidas, porque las personas nunca son medios, sino fines.
Tal vez esta sea la respuesta que pueda dar en esa mesa cuando me pregunten qué hace un filósofo como tu en un sitio como este.
Hasta la semana que viene, Lucía.
Foto de Daria Shevtsova en Pexels
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