Huertos

A partir de esta semana, iré publicando en esta web el texto de mi intervención en el programa de Onda Regional Contraportada, presentado por Lucía Hernández. Esta semana, la primera, hablo de la experiencia de empezar cosas nuevas, que no sabemos muy bien dónde nos conducirán.


¿Quieres escucharlo? En este enlace podrás acceder al fragmento del programa.


Hola Lucía,

Como hablamos la semana pasada, he empezado a cultivar un huerto. No es un gran huerto. Sólo un par de macetas, con las que he ocupado, ahora que parece que está de moda eso de ocupar, una esquinita de mi balcón. La más soleada, claro, porque las plantas, casi tanto como los niños, necesitan sol. Es difícil que las cosas crezcan en la oscuridad y tal vez sea por eso que Platón nos insistía tanto a salir de la caverna.

El caso que he comprado un tiesto y una jardinera, lo que me caben en esa esquinita que te decía, y también sustrato. Las plantas crecen en casi todas partes. Eso es algo que hemos visto en la pandemia, cuando de repente todos los solares que no se ocupaban desde que explotó la burbuja inmobiliaria hace ya casi 10 años, se llenaron de vida. Leía hace poco que, si queríamos saber cómo era la vegetación durante la última glaciación, debíamos fijarnos en esos espacios. Fíjate, de repente lo que no arrasó el ladrillo se convirtió en una ventana hace 10,000 años. Es lo que tiene el pasado, por mucho que nos digan que tenemos que dejarlo atrás, es imposible. Algunas cosas persisten a lo largo del tiempo.

Pero para plantar un huerto necesitas un buen sustrato. Una tierra con fibras de coco, como la que he comprado, aunque desconozco por qué es bueno que tengan fibra de coco. Así que he comprado 3 grandes sacos de tierra, que he cargado no sin esfuerzo hasta casa, y con los que he rellenado la maceta y la jardinera. Dejando que la tierra se airee. Que se esponje. Así que, fíjate, ahora tengo las uñas llenas de tierra. Como si fueran las de mi abuelo, o las de mi bisabuelo. Al final, del campo nos separan, como mucho, dos generaciones. Y de la tierra unos pocos años.

Mañana plantaré en ellas lechugas, unas plantas aromáticas y, si tengo espacio, unos rabanitos. Haremos una buena ensalada. Vente un día. Sólo tienes que traer tomates.

He empezado, así, algo nuevo. Hace un par de semanas, ¿te acuerdas?, hablábamos de volver. De lo difícil que es volver cuando todo ha cambiado tanto, y de que, tal vez, lo que estemos haciendo todos sea, en realidad, empezar algo nuevo. Algo que no sabemos dónde nos llevará, pero que nos emociona. Yo empiezo con mi huerto, y tu, esta Contraportada que, estoy seguro, se va a convertir en un punto de paso obligado para todos los que quieran profundizar en los temas actuales, pero sin tener que someterse a la dictadura de la actualidad. Pensar la vida es algo que no se puede hacer en el instante. Como el huerto, precisa su calma, su espacio. Esto no quiere decir detenerse, sino cambiar el paso. Y a veces, como esos solares que se convertían en estepas, volver un poco atrás.

Esta semana han empezado los colegios. Algunos niños y niñas el lunes, otros, como mis hijos, hoy. Han empezado, ellos también, como nosotros, algo nuevo. Algo que parece lo que era, pero que no lo es. Los padres, aunque tal vez no lo digamos, aunque sigamos pensando que estamos volviendo a las “rutinas”, en realidad sabemos que no es así. Por eso hoy, al abrir las puertas del colegio. De forma espontánea hemos aplaudido a los maestros y maestras. Sabemos que este curso empezamos algo nuevo.

Leía, a primera hora, un informe de la UNESCO, escrito por un colectivo llamado Mundos Comunes, que lleva por título Aprender a llegar a ser con el mundo: la educación para la supervivencia futura. El texto presente siete visiones de cómo puede ser una educación que nos ayude, que ayude a los niños y niñas a enfrentar el nuevo régimen climático que, más pronto que tarde, vendrá. De hecho, el horizonte de todas estas visiones será 2050. Cuando mi hijo mayor tenga 38 años y el pequeño 36. También, nos dice la UNESCO, estamos empezando algo nuevo. Nosotros, como especie. La transición del holoceno al Antropoceno. Y si no logramos sobrevivir al cambio será, nos dice, porque seremos incapaces de imaginar nuevas formas de relacionarnos y vivir con la tierra.

En algún sitio leía, no hace mucho, que entre las habilidades que los niños que entran hoy al colegio pueden necesitar en el futuro, la más importante puede ser cultivar su propia comida. Ni informática ni inglés. Saber plantar un huerto.

Tal vez por eso estoy plantando un huerto. Y tal vez, no sé, tu Contraportada puede ser tan importante, Lucía.

Y con esto te dejo. Empezamos algo nuevo, pero no te negaré que voy a echar de menos nuestras conversaciones socráticas.

Un fuerte abrazo.

Foto de Binyamin Mellish en Pexels

Leave a Reply

Fill in your details below or click an icon to log in:

WordPress.com Logo

You are commenting using your WordPress.com account. Log Out /  Change )

Twitter picture

You are commenting using your Twitter account. Log Out /  Change )

Facebook photo

You are commenting using your Facebook account. Log Out /  Change )

Connecting to %s

Blog at WordPress.com.

Up ↑

%d bloggers like this: