Esta mañana he estado con mi amiga Lucía Hernández, una vez más, en El Rompeolas de Onda Regional. Pero hoy no veíamos el atardecer en la bahía o los barcos llegar a puerto, como en la canción de Otis Reading.
Lo que veíamos desde el rompeolas eran los cadáveres de miles de peces muertos.
Os dejo aquí el enlace al corte del audio.

Hoy no dejo el texto, como otras veces. Lo que sí voy a hacer, si os parece bien, es hablaros de aquellos y aquellas que me han ayudado a pensar sobre esto. A dirigir la pena y la rabia e intentar comprender qué me estaba pasando. Qué nos estaba pasando.
El primero ha sido Wallace Stengers. Stengers fue un escritor y pensador norteamericano, uno de los padres de las humanidades ambientales (ya escribiré sobre esto muy pronto). Sus libros de ficción se pueden encontrar traducidos en español en la editorial Asteroide, pero los de ensayo, hasta el momento, no han encontrado editorial (pero ojo, que también tenemos este libro de Elizabeth Cook-Lynn). Entre estos ensayos hay uno muy cortito titulado The Sense of Place. Os traduzco algunos fragmentos. Perdonad los errores, ya que lo hago sobre la marcha:
“Al menos desde el punto de vista de un humano, un lugar no es un lugar hasta que alguien nace en él, crece en él, vive en él, lo conoce y muere en él. Hasta que no lo ha experimentado, hasta que no le ha dado forma, como individuo, como familia, como vecinos, como comunidad, durante más de una generación. Algunos nacen en ese lugar, otros lo encuentran. Otros descubren, tras una larga búsqueda, que el lugar que dejaron era el que estaban buscando desde el principio. Sin embargo, sea cual sea su relación con él, el lugar sólo se construye mediante una lenta acumulación, como una barrera de coral”
Wallace Stenger, The sense of place, 1992.
“Un lugar no es un lugar hasta que las cosas que han ocurrido allí no son recordadas en historias, baladas, cuentos, leyendas o monumentos. Las ficciones son tan útiles como los hechos.”
Wallace Stenger, The sense of place, 1992
“Él [Wendell Berry] no está hablando de la clase de localización que podemos determinar mirando un mapa o un signo en la calle. Habla de la clase de saber que involucra los sentidos, la memoria, la historia de la familia o de una tribu. El saber que viene de haber trabajado ese lugar en todas las estaciones, ganándote la vida en él, sufriendo por sus catástrofes, amando sus amaneceres o sus atardeceres o sus calurosos mediodías, valorándolo por la profunda inversión de trabajo y sentimientos que tu, tus padres y tus abuelos, todos los ancestros que nunca conociste pusieron en ella. Habla acerca del saber en que el poeta es un especialista.”
Wallace Stenger, The sense of place, 1992
Wendell Berry, el autor citado por Stenger, es un poeta, pensador y campesino norteamericano. En España, Errata Naturae ha publico uno de sus libros El fuego del fin del mundo.
Otro de los autores que me ha ayudado en este proceso (aunque no lo he citado) ha sido Barry López. López es, posiblemente, uno de los mejores escritores de la naturaleza de los últimos cincuenta años. Algunos de sus libros, como Sueños árticos o el que es su último libro, Horizonte los ha publicado Capitán Swing. Ambos libros merecen ser leídos y disfrutados.
López también escribió un texto sobre A Literature of Place, del que os dejo, también, algunos fragmentos traducidos:
La clave, en mi opinión, está en volverte vulnerable a un lugar. Si eres capaz de abrirte, puedes construir intimidad. Y de esa intimidad, puede surgir un sentido de pertenencia, de no estar solo en el universo.
Barry Lopez, A literature of place, 1996.
Nos mantenemos vivos mutuamente con nuestras historias. Necesitamos compartirlas, tanto como necesitamos compartir la comida. También necesitamos, para nuestra salud, la presencia de buenas compañías. Una de las cosas más extraordinarias sobre la tierra es que ella lo sabe, y obliga a algunos de nosotros a hablar, de forma que podamos conversar, como una comunidad, sobre este o aquel lugar, y sobre lo que necesita.
Barry Lopez, A literature of place, 1996.
Y de otro texto, muy famoso, titulado The Naturalist:
El naturalista moderno, por tanto, es alguien que va más allá del dominio de la nomenclatura y las marcas de campo. Ella o él reconocen a la flora y fauna local como pedazos de un misterio inescrutable y cada vez más profundo: la unidad de los organismos sobre la cual la cultura occidental ha tratado de elevarse desde, al menos, los tiempos de Mesopotamia. El naturalista moderno, de hecho, se ha convertido en un emisario, trabajando para reestablecer las buenas relaciones entre todos los componentes biológicos que la humanidad ha excluido de su universo moral.
Barry López, The Naturalist, 2001.
En este enlace podéis acceder a todos los textos que os menciono.
Más, más… Carmen Conde, y sus Poemas del Mar Menor, de quien cito Ante ti, el poema con que abre su poemario:
Porque siendo tú el mismo, eres distinto
y distante de todos los que miran
ese rosa de luz que viertes siempre
de tu cielo a tu mar, campo que amo.
Campo mío, de amor nunca confeso;
de un amor recatado y pudoroso,
como virgen antigua que perdura
en mi cuerpo contiguo al tuyo eterno.
He venido a quererte, a que me digas
tus palabras de mar y de palmeras;
tus molinos de lienzos que salobres
me refrescan la sed de tanto tiempo.
Me abandono en tu mar, me dejo tuya
como darse hay que hacerlo para serte.
Si cerrara los ojos quedaría
hecha un ser y una voz: ahogada viva.
¿He venido, y me fui; me iré mañana
y vendré como hoy…?; ¿qué otra criatura
volverá para ti, para quedarse
o escaparse en tu luz hacia lo nunca?
Carmen Conde, Poemas del Mar Menor, 1962.
Y, para terminar (aunque hay más, muchos más) María Sánchez, una de las voces contemporáneas de la poesía que más hace por aclarar nuestras ideas. Podría citar muchos de sus textos (por ejemplo, este de esta misma semana), pero uno de mis poemas favoritos, y que siempre acude a mi memoria, es este:
Algo así tiene que ser el hogar:
Oír fandangos mientras las ovejas van
tras sus corderos
Rebuscar con los dedos las raíces
Ofrecer a los tubérculos los tobillos
Convertir la voz en ternura
y en presa
Prometerme una y otra vez
que nunca escribiré en vano
un libro con las mismas manchas
Del poemario Cuaderno de campo, de María Sánchez
(Editorial La Bella Varsovia, 2017)
Ofrecer a los tubérculos los tobillos. Enraizarse no es algo que hacemos por nosotros mismos, sino un proceso por el que nos vinculamos a un lugar, a un sitio, a una gente, a un paisaje, a un mundo… y ese vincularse empieza siempre con un ofrecimiento de aquello que es más vulnerable. Nuestros tobillos.
Sabemos quiénes somos porque sabemos dónde estamos, decía Wendell Berry. ¿Lo sabemos?
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